vendredi 18 avril 2014

Tres sugerencias ( impertinentes ) para el nuevo Director de los Encuentros de Arles

18 de avril de 2014,
por Lunettes Rouges

Tres sugerencias ( impertinentes ) para el nuevo Director de los Encuentros de Arles

(Artículo original en francés aquí)


El presidente francés Francois Hollande y el director de los Encuentros Fotográficos de Arles François Hebel en Arles el 26 de julio de 2013  afp.com/Bertrand Langlois

Señor Director, querido Sam,

Al unirme con entusiasmo al concierto de felicitaciones que saludan tu nombramiento y el aire de cambio que ello traerá, me permití, al leer mis artículos sobre los Encuentros de Arles de estos últimos años, sacar algunas líneas que con insolente pretensión me atrevo a proponerte y sugerirte : naturalmente no son sugerencias políticamente correctas, entonces, como buen zorro (rojo), valiente y astuto haz con ellas lo que mejor te parezca.


Mascota de los Encuentros de Arles 2012

La primera es que se hagan menos exposiciones, dos veces menos, eliminando todo ese reguero de fotógrafos regulares, pasados, regionales obligatorios que cada año estorban en los Encuentros sea porque están por palanca o para satisfacer a algún patrocinador (ah, los campos de lavanda en blanco y negro...). Hay que hacer dos veces menos exposiciones, centradas estas en los dos extremos :  por el uno los muy buenos, conocidos (pero no lo suficiente en Francia o en Europa), confirmados y excelentes (sin recalentados : es necesario seguir haciendo exposiciones de Depardon?)  como lo fue sin duda el mejor ejemplo últimamente Alfredo Jaar. Y, por el otro, los hallazgos, el premio Descubrimiento, naturalmente, y también arriesgarse con jóvenes, con gente diferente, revelaciones que vendríamos a descubrir con regocijo. 


TIM WALKER Raphaël Labbé (leafar), https://www.flickr.com/photos/ulikleafar/2765706890/sizes/l/in/photostream

La segunda es que se hagan exposiciones, que no se trate únicamente de colgar las fotos sino que se aporten argumentos que acompañen las imágenes, mejor dicho, que haya verdaderos comisarios artísticos lo que ha sido rarísimo en los últimos años. De esta manera al entrar en un espacio no nos contentaríamos solamente consumiendo imágenes sino que aprenderíamos, descubriríamos, nos enriqueceríamos. El mejor ejemplo para mi fue la exposición de reproducciones de la Fundación Alinari en las que Christophe Berthoud intervino.


JB Guibert, El anfiteatro de Arles, grabado, siglo 18

Mi tercera y última sugerencia es que se abran los encuentros, que colaboren con todos los acontecimientos del off, que se asocien con la Escuela sin reducirla a una mina de mano de obra. Es allí en donde se descubren los nuevos talentos, en pequeñísimas exposiciones en cualquier callejón de Arles o en las obras de los alumnos que se muestran aquí y allí, pues es una pena que los Encuentros no integren esa efervescencia creativa y que no la apoyen sino con desgana. La imagen aquí arriba es como para borrarla del mapa. 


Eso es todo, no es sino mi opinión, mi alegación de independiente. Les deseo mucho ánimo, buena suerte y nos vemos en julio de 2015!

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mardi 15 avril 2014

La visión del Bosco

15 de abril de 2014, 
por Lunettes Rouges
La visión del Bosco

(Artículo original en francés aquí)


El Bosco, Tríptico de las Tentaciones de San Antonio, hacia 1502. Tabla izquierda abierta: San Antonio perseguido por los demonios (detalle). Óleo sobre tabla de roble. Lisboa, Museu Nacional de Arte Antiga. Foto Luísa Oliveira.

Como a cada a uno de nosotros, creo, desde muy temprana edad me fascinaron los cuadros del Bosco (o en todo caso, los que veía entonces en malas reproducciones), por esa abundancia de personajes extraños, grotescos, monstruosos, metidos en toda clase de actividades de pesadilla, violentas u obscenas, y a menudo incomprensibles. Al ver luego, por aquí y por allá sus tablas y sus trípticos según mis visitas a los museos, los percibía entonces como conjuntos tormentosos, turbulentos, infernales, que desde el Prado al Palazzo Grimani era prácticamente imposible escudriñar con suficiente atención, desde bastante cerca, con bastante tiempo.
El Bosco, El Jardín de las Delicias, hacia 1503. Tabla central: La Humanidad antes del Diluvio (detalle). Madrid, Museo Nacional del Pradoor y la peor de las cosas. 
El gran libro sobre El Bosco que acaban de publicar las ediciones Taschen es la mejor y la peor de las cosas, pues página a página, reproducciones excelentes (entre las cuales un desplegable del Jardín de las Delicias) muestran tanto la composición general de las obras como los pequeños detalles, paisajes, resplandores del infierno, luz celeste al final del túnel, y todos los monstruos que los pueblan persiguiendo a los humanos, atravesándolos, amarrándolos, tirándolos  al vacío; y no es sobre algunas de las escenas idílicas, tranquilas y paradisiacas que la mirada se recrea pues tiene demasiado afán de ir hacia el infierno, hacia las tentaciones, hacia los excesos. Y así se queda uno durante horas contemplando esos híbridos, esas quimeras, esos tormentos, sin cansarse. Una visita de museo es irreemplazable, pero tal y como son las condiciones no podríamos ver tantos detalles, y habría que ir de Lisboa a Viena y de Berlín a New Haven para ver los veinte cuadros considerados aquí como auténticos; el catálogo argumentado comprende más de ocho dibujos auténticos, como el Nido de la Lechuza (en el Boijmans), que no hay que confundir con un búho, pero bueno, no pidamos demasiado... No soy quien para dar una opinión sobre las atribuciones, un tema que fomentará polémica entre algunos; notemos que entre las obras clasificadas como pertenecientes a alumnos y seguidores en el catálogo, es decir, ocho dibujos y nueve cuadros, se encuentra el Escamoteador de Saint Germain en Laye, lo que sin duda causará descontento.
Jérôme Bosch, El Juicio Final, hacia 1506. Tabla de la izquierda abierta: La Caída de los ángeles rebeldes, el pecado original y Adán y Eva expulsados del Paraíso (detalle). Óleo y pintura al temple sobre tabla de roble. Viena, Akademie der bildenden Künste, Gemäldegalerie
Estas extraordinarias reproducciones son analizadas, comentadas, aclaradas a través de un texto muy completo de Stefan Fischer con un capítulo especial para cada uno de los tres grandes trípticos, San Antonio, el Jardín de las Delicias y el Juicio Final. Es verdad que yo veía el lado moralizador del Bosco, el papel satírico-moral de sus cuadros, pero sin haberme sumergido en su historia lo consideraba como un original, un rebelde, un Sócrates, un "hnos Chapman", siempre listo para fustigar, caricaturar, y por lo tanto situarse al margen de la "buena sociedad" de su época; y cuán fue la desilusión, pues el estudio histórico de Stefan Fischer muestra a un pintor burgués, miembro de la cofradía más importante de su ciudad, pintor para nobles y burgueses y cuyos temas no ofuscaban a nadie. No es la peor de las cosas, pero el mito del artista rebelde, maldito, incluso herético se cayó del pedestal... Ante el Jardín de las Delicias, Erwin Panofsky confiesa su impotencia como crítico : "This, too high for my wit, I prefer to omit".
El Bosco, El Jardín de las Delicias, hacia 1503. Tabla central : La Humanidad antes del Diluvio (Detalle). Óleo sobre tabla de roble. Madrid, Museo Nacional del Prado
Pero podemos pensar también que fue una época maravillosa, aquella en la que el recibidor de impuestos de Amberes Peeter Scheyve, el archiduque Felipe el Hermoso, y los clérigos de la Cofradía Nuestra Señora de Bois-le-Duc eran capaces de apreciar y de adquirir obras tan discordantes. El pájaro jorobado en patines sobre el hielo de la primera imagen lleva en el pico un papel en el que dice "protio", es decir "protestaio"... y aquí arriba, mucho antes de Mapplethorpe, la pareja escandalosa de un hombre negro (o dos...) y de una mujer blanca... Libro obsequio del editor. Share and Enjoy

lundi 14 avril 2014

Sacar a Mapplethorpe de su encierro

14 de abril de 2014, 
por Lunettes Rouges
Sacar a Mapplethorpe de su encierro

(Artículo original en francés aquí)

Robert Mapplethorpe, autorretrato , 1980, prueba gelatina de plata, 50.2x40.6cm

 La gran calidad de las dos exposiciones actuales sobre Robert Mapplethorpe (retrospectiva en el Grand Palais hasta el 14 de julio y el acercamiento, más inesperado, en el Museo Rodin hasta el 21 de septiembre) consiste en que se atreven a liberarse de los argumentos habituales sobre el trabajo de este fotógrafo (que por cierto solo se han hecho sobre una parte de su trabajo), argumentos que lo encierran dentro de una lógica exclusivamente homosexual, sado masoquista, transgresora, argumentos que acusan de puritanismo a cualquiera que quiera ver su obra de una manera más global, pretextando las reacciones conservadoras violentísimas que hubo en el pasado, argumentos que solamente quieren ubicarlo en una "historiografía LGBT del arte", un concepto bastante extraño y reductor.


Robert Mapplethorpe, Lisa Lyon, 1982, prueba gelatina de plata, 50.8x40.6cm

Estas dos exposiciones no pretenden ignorar la dimensión sexual del trabajo de Mappletorpe, ante todo, al contrario de las mentes estrechas, le dan la palabra al artista, lo escuchan, cuando, admirador de Miguel Ángel, afirma que es un escultor vestido de fotógrafo ("si yo hubiera nacido hace cien o doscientos años, sin duda hubiera sido escultor"), cuando proclama que está buscando "la perfección en la forma. En los retratos. Con los sexos. Con las flores". La una pone su trabajo en relación con el de Rodin, la otra no duda en yuxtaponer, precisamente, rostros, sexos y flores "para que se pueda ver que se trata de lo mismo". Y ello es suficiente para que los auto proclamados centinelas del templo vean una actitud "finalmente muy heterosexual" (???) o consideren que "las alabanzas dirigidas a la calidad estética de las imágenes"  son "tentativas lamentables para eliminar las cargas de profundidad de la obra". Siendo que, por ejemplo, Edmund White, al que no podemos tildar ni por puritanismo ni por homofobia, escribe en el catálogo  del Grand Palais : "El se quejaba de no estar catalogado "que" como artista gay... Ya que lo empujaron hacia ese papel".

Robert Mapplethorpe, Black Bust, 1988, prueba gelatina de plata, 61x50.8cm
Pues no ! Vayan a esos dos lugares para descubrir su obra y admirar realmente sus imágenes, sus juegos de luz (ah, los reflejos en los músculos de Spartacus, 1988), la fascinación que la escultura ejerce en él : las marcas de la cara de Black Bust (aquí arriba) o el aterciopelado de la piel de Hermes (1988) son tan sensuales en sus fotografías, si no más, que los cuerpos vivos con los que avecinan en los cimasios. Esta sensualidad nace sobretodo de la búsqueda casi entomológica de la perfección anatómica, más que de la erotización y sus fantasmas : hasta sus Cocks ("pitos" dicen los carteles) son más bien esplendores esculturales fríos casi abstractos que instrumentos de deseo.

Robert Mapplethorpe, Autorretrato, 1988, prueba platino, 61x50.8cm
En la primera fotografía en la entrada de la exposición del Grand Palais , se ve emerger de la sombra, suavemente agachado (pero su cuerpo se funde en la sombra), sus dedos crispados sobre el bastón, fijando el objetivo con una intensidad asombrosa, majestuosa, soberano, desafiando en vano a la muerte. Esta fotografía había ilustrado la exposición sobre los artistas la víspera de su muerte, en el MAMVP (Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París).
Robert Mapplthorpe, Cock and Gun (Pito y Revólver), 1982, prueba gelatina de plata, 50.8x40.6cm
Las dos exposiciones ponen de relieve su interés por los fragmentos, los detalles de los cuerpos (Livingston, 1988 : nuca, pezón, axila, ombligo), a menudo puestas en resonancia con una planta, un cactus, una berenjena, un lis, y que evidentemente evocan fragmentos del cuerpo  descompuesto de Rodin. Y si a Rodin le gustan el accidente, la casualidad, el desorden, Mapplethorpe parece ser, una mente más fría, que tiende más constantemente hacia la perfección.

Robert Mapplethorpe, Lisa Lyon, 1982
Tous deux savent faire ressortir les matières, les textures, les contrastes. Une photographie de Lisa Lyon, son modèle culturiste, la montre recouverte d'une fine couche de boue séchée et craquelée, évoquant les plâtres fendillés de Rodin, mais aussi la tentation de partir d'un moulage du modèle. Le drapé aussi est un lien entre les deux, comme dans cette vue d'exposition où le voile de plâtre du torse de l'Âge d'airain, a en écho la gaze qui enveloppe les modèles de Mapplethorpe.


Los dos saben destacar   los materiales, las texturas, los contrastes. Una fotografía de Lisa Lyon, su modelo culturista, la muestra cubierta de una fina capa de barro seco y agrietado que evoca los yesos resquebrajados de Rodin, y también la tentación de empezar a partir del moldeado de un modelo. El drapeado es también un enlace entre ellos, como en esta vista de la exposición en la que el velo de yeso del torso de la Edad de bronce, le hace eco a la gaza que envuelve los modelos de Mapplethorpe.

Auguste Rodin, Torso de la Edad de bronce drapeado,  hacia 1895, yeso, 78x49.5x31cm;
Robert Mapplethorpe, Gaza blanca , 1984. Vista de la exposición en el Museo Rodin
Podemos interrogarnos sobre el punto de vista político entre fotógrafo blanco y modelo negro, que apenas se toca aquí; quizás no sea muy convincente (en el Grand Palais solamente) la estética del altar y las fotos en color al fondo de la exposición; quizás no sea tan escandalosa la sala que está prohibida a los menores de 18 años; podemos encontrarle un interés únicamente documental a la serie de polaroids (de los cuales hay uno sorprendente, aquí abajo) que clausuran la exposición (al contrario de la galería de retratos de Nueva York, también esculturales, entre los cuales el famoso Louise Bourgeois), pero aquí hay tal despliegue de talento que no se puede reducir a un homo-erotismo escandaloso (en cambio nada que decir sobre la Expo del Museo Rodin, sobria y elocuente).

Robert Mapplethorpe, sin título (Pierre Bergé), 1971, polaroïd, 8.6x10.8cm
Comme l'écrit fort bien Dominique Baqué dans artpress (n°410) "il y a maldonne : non que les photographies de Mapplethorpe ne soient pas, de facto, érotiques, mais l'oeuvre dans son ensemble ... est celle d'un plasticien. Et, osons le paradoxe jusqu'au bout, d'un 'classique' " (un classicisme peut-être ringard pour certains). Voici pourquoi il faut aller voir ces deux expositions, afin de sortir du carcan standard qui enferme l'artiste dans une catégorie, et de regarder, regarder vraiment. Como bien lo dice Dominique Baqué en artpress (n*410) "hay un malentendido : no es que las fotografías de Mapplethorpe no sean, de hecho, eróticas, pero el conjunto de su obra... es la de un representante de las artes plásticas. Y empujemos la paradoja al extremo, es un "clásico" (un clasicismo posiblemente cursi para algunos). He aquí las razones para ir a ver estas dos exposiciones. Fotos 3, 7 & 8 de del autor. © Fondation Mapplethorpe. Share and Enjoy


jeudi 10 avril 2014

Leer o mirar : van Gogh o Artaud ?

10 de abril de 2014, 
por Lunettes Rouges
Leer o mirar : van Gogh o Artaud ?

(Artículo original en francés aquí)




Nadie se va a negar el placer de ver semejante exposición de van Gogh, unas cincuenta obras que se reúnen rara vez : hay hermosas yuxtaposiciones, por ejemplo, en una de las primeras paredes, los dos autorretratos del museo de Orsay avecinan con el de Washington y el de Amsterdam. Hay muchos otros, y varios lienzos de colecciones privadas que no se ven a menudo (como esos zapatos, menos conocidos que los de Heidegger) o de museos lejanos, Hammer en L.A. o el Ateneum de Helsinki.

Par de zapatos. Zapato volteado, Paris, primavera de 1887, óleo sobre lienzo, 37,5 x 41,5 cm. Colección particular, cortesía de Eykyn Maclean, LP

Nadie se va a negar tampoco el placer de una presentación de dibujos, cortos de películas (unos veinte entre 1920 y 1935, mudos o parlantes, en donde estallan belleza e intensidad) y  documentos (en los cuales las hermosas fotografías de Denise Colomb) sobre Antonin Artaud. 
En sus dibujos, la escritura se mezcla con el trazo y es como si la violencia saliera de cada signo.

Y no puedo negar ni un segundo el temblor de fascinación que sentí la primera vez que leí, posiblemente a los veinte años, el suicidio de la sociedad, y la clarividencia deslumbrante que emanaba.

Árboles en el jardín del hospital San Pablo, Saint-Rémy-de-Provence, octubre de 1889, óleo sobre lienzo, 90x73cm. Los-Angeles, Hammer Museum, The Armand Hammer Collection, Gift of the Armand Hammer Foundation Vincent van Gogh (1853-1890), Retrato del artista con cavallete, Paris, diciembre 1887 febrero 1888, lienzo al óleo, 65,1 x 50 cm © Amsterdam, Van Gogh Museum (Fundación Vincent van Gogh) Man Ray (1890-1976), Antonin Artaud, 1926, Prueba gelatina de plata laminado en papel, 13,1 x 7,5 cm © Centre Pompidou, MNAM-CCI, Dist. RMN-Grand Palais / Jacques Faujour ; © Man Ray Trust / ADAGP, Paris 2014, © ADAGP, Paris 2014
Entonces, por qué a mi parecer esta exposición en el Museo de Orsay (hasta el 6 de julio) no funciona realmente? Por qué siento únicamente un ejercicio estudioso y didáctico, y tan poca emoción? Por qué ese texto revolucionario confrontado a esos cuadros extraordinarios no crean trastornos graves del comportamiento, "fuertes convulsiones", interrogantes radicales en los visitantes que se contentan visitando prudentemente, dócilmente? Por qué los textos de Artaud puestos en las paredes, por más pertinentes que sean, no aclaran nuestra visión de los lienzos, no al recordarnos su odio hacia los médicos en general y hacia el doctor Gachet en particular, no al levantarse con pasión y rabia contra la siquiatría y la sociedad alienante (antes de Foucault y antes de la anti siquiatría), sino cambiando nuestra mirada frente a los cuadros? Pues, solamente me pasó una vez, ay, una sola vez, y no había lienzo, únicamente una proyección en pantalla : las palabras de Artaud sobre El campo de trigo con cuervos me paralizaron ahí mismo. Por qué los dibujos de Artaud, por bonitos que sean, aquí nos parecen incongruentes, ilustrativos, debilitados, y por qué el intento de comparar los dibujos de van Gogh con los de Artaud no funciona? Por qué la argumentación de Artaud sobre la locura de van Gogh, sobre su alienación, por más atractivo que sea, no nos dice gran cosa una vez ante los lienzos? O más bien, por qué me resisto ante esta presentación demasiado enmarcada, estandarizada, explicativa, siendo que una vez en casa vuelvo a leer a Artaud con deleite ? Por qué al argumento le es tan difícil convivir con el cuadro en el mismo espacio? Los cuadros no sufren, aguantan todo, mientras que el texto se encuentra laminado, reducido a la ilustración, a la lectura inmediata, explicativa, y se debilita. Quizás haya que ir a escuchar al actor que lo recita todos los jueves por la noche en la exposición.
Calle de pueblo en Auvers, Auvers-sur-Oise, mayo de 1890, óleo sobre lienzo, 73x92cm. Helsinki, Ateneum Art Museum, Finnish National Gallery, collection Antell
Más tarde, leyendo de nuevo a Artaud, me di cuenta de que él solo visitó brevemente  la exposición van Gogh en la Orangerie en 1947. Primero lo indignó el texto psiquiátrico de doctor Beer sobre van Gogh (se lee difícilmente en una de las vitrinas : al contrario de lo que siempre se dice, da la impresión de que lo que dice Beer es que un diagnóstico sobre van Gogh es difícil, controvertido, incluso imposible), y, como vio la exposición tan rápidamente, después miró largamente las reproducciones de las obras de van Gogh en el catálogo y en los libros de Uhde y de Rosset (que están en la misma vitrina), y, sobretodo hizo que Paul Thévenin le leyera las cartas  de van Gogh. Es eso lo que me molesta aquí y que me cuesta expresar : que ese texto fabuloso no lo escribió mirando directamente la obra, frente a la materialidad del cuadro, sino a partir de fotografías (bastante mediocres) y de textos? Nada de esto es racional, no sabría explicar mejor mi pensamiento, posiblemente se trate de magia : un texto escrito lejos de las obras y que hoy confrontado a ellas directamente no les de más fuerza. No sé. 

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mardi 1 avril 2014

Meret Oppenheim era surrealista, ¿ si o no ?

01 de abril de 2014, 
por Lunettes Rouges


(Artículo original en francés aquí)


Meret Oppenheim, La pareja, 1956, botines de cuero, 20x40x15cm, C.P.



Quizás usted pensaba como yo que Meret Oppenheim era una artista surrealista; pues para que sepa, fue un malentendido, es lo que dice la exposición de sus obras en el LAM de Villenueve d'Ascq (hasta el 1 de junio), es una artista plural, feminista, conceptual y muchos otras cosas más.


Meret Oppenheim, La condición humana,  1973, óleo sobre lienzo, 90x100cm, col. David Bowie



De Meret Oppenheim, usted conoce seguramente algunas obras emblemáticas, El Festín desnudo? No está en la exposición sino a través de una horrible fotografía de archivo en el cartel biográfico, y se toman la molestia de especificar, por si cenar sobre el cuerpo de una mujer no fuera muy feministicamente correcto, que Oppenheim tomó distancia frente a esta representación que, para ella, no era para nada erótica, sino únicamente "primaveral" ( y que incluyendo el "soporte", había tantos hombres como mujeres en la primera representación en Berna, -igualdad obliga-).
Erótica velada? Man Ray la fotografía desnuda y manchada de tinta, cerca de una máquina impresora? Igualmente relegada en la documentación y de un formato minúsculo, casi tapada detrás de una vitrina.
El almuerzo en abrigo de piel, el famoso servicio de té cubierto de piel? representado únicamente por un afiche tardío (1971) casi wharoliano, con, como sucedáneo un brazaletico cubierto de piel. Al menos, la película (Arte, de Daniela Schmidt-Langels) se llama "Surrealismo en femenino" : y esta película sí pone las cartas sobre la mesa, pero aquí es la única.


Meret Oppenheim, collar con "boca", 1935-36, latón, C. P. Basilea



En esta exposición estructurada por temas, y sin cronología, mezcla obras de su juventud en París y piezas tardías (cuando se convierte en la señora Wolfang La Roche), todo parece hecho para ocultar el lado rebelde y erótico de sus proezas surrealistas, para menguar la provocación  inconformista y la tensión de sus "objetos eróticos" : cuando crea un collar adornado con una vulva, el cartel habla de una "boca", y tendremos que contentarnos con dibujos sencillos de su ropa interior erótica (por ejemplo no muestran la braga mandril). Tenemos que satisfacernos con la Pareja (arriba), los zapatos pegados prudentemente ( con un poco de teoría de género para equilibrar bien) y el extraordinario collar sujetador cuyos ganchos de liguero sostienen los pezones. Sabiendo que su trabajo reúne violencia y humor, rebeldía y sensualidad, el homenaje que le rinde esta sala parece demasiado desabrido.


Meret Oppenheim, Traje de noche con collar sujetador (detalle), 1968, busto de maniquí , perlas y trozos de vidrio, pintura, tela, H 145 cm, coll. Pictet & cie



Es sin embargo la sala más interesante de la exposición. Pues por otra parte vemos cuadros simbolistas en cantidad, autorretratos chamánicos, alegorías históricas (ah, admiren Genoveva de Brabante en icono simbólico-feminista...), sueños más jungianos que surrealistas ( Jung habría influenciado mucho a Meret Oppemheim : leer, en uno de los espacios de documentación, su carta  a Gerard Legrand de 1954  explicándole en dos croquis la superioridad de Jung sobre Freud, la sicoanálisis para los nulos...), sueños purificados, controlados, casi censurados : en resumen una colección de obras, que, después de su fuerza de producción parisina parecen secundarias y simplistas. Qué hacer ante Dafne y Apolo (aquí abajo) sino salir corriendo? Qué decir ante La condición humana (aquí abajo) en donde el hombrecito estilizado es aplastado por nubes amenazadoras? Romanticismo abstracto? (el cuadro pertenece a David Bowie, hágame el favor).


Meret Oppenheim, Dafne y Apolo, 1943, óleo sobre lienzo, 140x80cm, coll. Lukas Moeschlin Bâle, ph. Christian Baur



Bueno, claro que hay aquí y allá algunas obras interesantes (una máscara de pizarra intitulada "El viejo de la montaña", por ejemplo), pero, en conjunto, esta atenuación de Meret Oppenheim, ese menosprecio de lo que hace su fuerza y su reputación para apoyar una argumentación influenciada y confusa no sale bien y proponen una exposición que decepciona mucho y está muy por debajo de lo que podíamos esperar.

Tuve una impresión similar hace algunas semanas en Londres en la exposición sobre Hannah Höch en Whitechapel : la obra de esta maestra del collage y del foto montaje es desviada para beneficiar una argumentación limitada, igualmente decepcionante.


Fotos 1 & 5 cortesía del LaM; Meret Oppenheim está representada por l'ADAGP, las fotos saldrán del blog al final de la exposición.

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