samedi 18 novembre 2017

Ali Kazma, o la resistencia al mundo moderno

16 de noviembre de 2017, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)



Ali Kazma, House of Letters, 2015



La diferencia entre las dos exposiciones del Jeu de Paume es asombrosa. Así como Renger-Patzsch es frío, puro, formal, ni muy humanista, ni muy empático, y al final de su vida, se preocupa sólo por árboles y piedras, así Ali Kazma se acerca a lo humano, es generoso, expresivo, casi barroco. Pero más allá de este contraste también veo una diferencia en su relación con el mundo : Renger-Patzsch glorifica la modernidad, el progreso técnico y la estética que resulta de ello, mientras que la obra de Kazma la sentí como una resistencia romántica, incluso nostálgica a lo moderno.



Ali Kazma, Calligraphy, 2013



Lo descubrí hace diez años, uno de los pocos artistas interesantes en la catastrófica Bienal de Lyon, y yo había escrito entonces que deseaba « una sala entera tapizada con sus videos » :  aquí vemos siete de sus videos de los oficios. Cada quien controla su gesto perfectamente, cada quien, a su manera, demuestra su creatividad, cada quien lucha contra el tiempo, contra la velocidad, contra la productividad, negándola o desviándola. Los gestos precisos del relojero corresponden a la suavidad del calígrafo que acaricia su papel (es una lástima que se mezclen los sonidos y sean apenas perceptibles), el taxidermista, el de los tatuajes, el neurocirujano, trabajan los cuerpos como materiales neutros, y, más que su virtuosidad técnica, admiramos su distancia desapasionada. En cuanto al ceramista, sus gestos enamorados de otra época cuando pule sus jarrones parecen surgir de una eternidad atemporal. Cada quien tiene también una herramienta como si fuera una prótesis, el prolongamiento corporal, anteojo y pinza, cálamo, pluma estilográfica, sello,... Sus gestos, poéticos, creativos, virtuosos (¿no es la misma raíz que virtud?) son sublimados (algo como Flusser).



Ali Kazma, Clerk, 2011



El asistente notarial, transforma una tarea rutinaria y banal en un ballet rítmico, a la vez ridículo y conmovedor. Nos encontramos confrontados al hombre prometeano de Gunter Anders, más que a la deshumanización del hombre frente a la máquina de Simondon, con una especie de vergüenza frente a lo que la modernidad nos obliga a hacer y de alegría frente a los desvaríos posibles.



Ali Kazma, Safe, 2015



Fuera de los títulos de sus series, Resistencias y Obstrucciones, encontramos la misma ambigüedad frente al tiempo y la modernidad en su película sobre los arqueólogos del Morvan, que transportan objetos antiguos hacia nuestro presente, en el receptáculo de semillas de Spitzberg (arriba), que también lucha contra la decadencia modernista, o en la biblioteca borgesiana de Alberto Manguel (arriba), lugar mágico y anticuado (y, frente al único video libresco, lamento la ausencia de sus poemas bibliófilos que vimos hace cuatro años).




Ali Kazma, Tea time, 2017



Kazma se deleita en los lugares perdidos cuyas funciones decayeron y que respiran un perfume de antaño, una base militar abandonada, un carcel en desuso, una mina olvidada. Y lo hace con un gran sentido estético, opone lo blanco del glaciar con lo negro de la mina, el brillo del cielo y la oscuridad del túnel, la pureza de la lineas de los edificios y la confusión compleja de los equipos eléctricos. La vida reaparece en la última sala, con el fuego demiurgo que permite la producción automática de vajillas de vidrio; fascinados por la belleza del vidrio en fusión, casi nos olvidamos que al contrario de casi todo el resto de la exposición, aquí el hombre no solamente se ha ausentado, sino abolido, negado, eliminado, y ha triunfado la modernidad.

Fotos cortesía del Jeu de Paume, excepto la primera
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