mercredi 14 février 2018

Érase una vez Yugoslavia

14 de febrero de 2018, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Milomir Kovacevic, manifestación en Belgrado el 19 de octubre de 1988 por la unidad de Yugoslavia




Un país que ya no existe pero cuyos recuerdos perduran. Los míos datan de 1970, 
y los del fotógrafo Milomir Kovacevic, que vio su mundo derribarse, su país desaparecer, sus amigos morir o exiliarse, como él, que ahora es parisino. Kovacevic había mostrado, hace diez años, un bonito trabajo de memoria sobre Sarajevo, y hoy en la misma pequeña galería calle Quincampoix, (hasta el 24 de febrero), expone otras imágenes de antaño. ¿Qué queda hoy de aquel país destruido por fuerzas centrípetas, interferencias extranjeras, querellas fratricidas, guerras pretendidamente de religión (siendo que recuerdo la facilidad para vivir juntos en Sarajevo hace 40 años), batallas de idiomas y de culturas construidas artificialmente (antaño se hablaba prácticamente por todas partes el serbo croata), sino ruinas y recuerdos?



Milomir Kovacevic, Joven pionero en Sarajevo


Los recuerdos son los pioneros que posan orgullosos delante de los dibujos patrióticos y que respiran una alegría de vivir sincera (incluso si la Yugoslavia de Tito estaba lejos de ser una democracia), la juventud y las paradas, los conciertos y las competencias deportivas.


Milomir Kovacevic, Biblioteca nacional de Bosnia Herzegovina en llamas, Sarajevo, 26 de agosto de 1992



Cuando las bases del país tiemblan, algunos manifiestan por su unidad (foto de arriba) mientras que otros intentan llevar a buen término sus reivindicaciones étnicas y religiosas. Cuando estalla la guerra, las guerras, más bien, todo se descompone. Una de las imágenes más fuertes es sin duda alguna la del incendio de la biblioteca nacional de Bosnia Herzegovina en Sarajevo.




Milomir Kovacevic, Retrato de Tito en la Oficina de turismo de Sarajevo, mayo de 1992



Actualmente los retratos oficiales de Tito son destruidos o dejados al abandono, pero, cuando fui la última vez, no era raro ver su imagen en alguna casa o en algún taxi, tal una imposible nostalgia. 



Milomir Kovacevic, Monumento homenaje a una batalla de la Segunda Guerra Mundial, Tjentiste, República Serbia, Bosnia Herzegovina, marzo de 2017


Después de la segunda guerra mundial, fueron construidos por todo el país muchísimos monumentos en honor de los Partidarios, monumentos abstractos, formales, constructivistas (al otro extremo de nuestros clásicos monumentos a los muertos). Hoy, la mayoría de ellos están abandonados (un album de fotografías y una base de datos les han sido consagrados). Las fotografías de Kovacevic, de dos de ellos, los dos de Bosnia, aparecen en la exposición, el de Maikljen, completamente destruido y el de Tjentiste (una batalla en donde Tito fue herido pero logró escapar). Las formas abstractas de esos monumentos expresan una energía de la historia y del lugar que se fue diluyendo con el tiempo. El supuesto «fin de la historia» las convirtió únicamente en esculturas sin su sentido inicial, variaciones modernistas de la ruina romántica. Más que las imágenes-recuerdos, más que las representaciones decrépitas de Tito, ellas son quizás el mejor símbolo de la desaparición de la Yugoslavia que Milomir Kovacevic nos hace sentir.

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