mardi 6 mars 2018

Escher, intriga más que inquieta

01 de marzo de 2018, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)






Calificar de artista a Escher es quizás embarazoso, lo es seguramente para nosotros, y no estoy seguro de que esta exposición (organizada por la sociedad Arthemisia en los locales del Museo de Arte Popular de Lisboa, hasta el 27 de mayo) nos ayude a deshacernos de ese malestar. Todos hemos visto los grabados intrigantes de Escher, que cuestionan nuestro sentido lógico y nuestra visión, pero, por mi parte, era la primera vez que veía una exposición amplia de su trabajo. Ante todo, no cabe ninguna duda : Escher es un artista gráfico, un dibujante de gran talento.



M.C. Escher, Torre de Babel, 1928, xilografía



Antes de 1937, fecha a partir de la cual él se consagrará únicamente a sus «adoquinados», ya es un grabador talentoso, influenciado por los italianos (en particular del extremo sur de la península, con influencias árabes) y los andaluces; en su visita a la Alhambra de Granada y de la mezquita de Córdoba en 1936, descubre el arte morisco no figurativo (en todo caso lo conoce mejor), poesía de signos entre mezclados, que lo inspirarán en gran medida. Pero en sus xilografías también integró la influencia del Art Nouveau y de su profesor Samuel Jerussun de Mesquita, cuya linea artística recuerda los contornos imperceptibles de un Samico, sin la riqueza emocional u onírica.



M.C. Escher, Rome et le griffon Borghese, 1927, xilografía



El primer periodo de Escher, menos conocido, comprende principalmente dibujos o grabados de paisajes : algunos son simplemente realistas, como sus paisajes de Calabria; otros tienen vistas más audaces, escorzos sorprendentes. Como esta vista de Roma de 1927 en la cual el grifo se superpone e introduce una especie de sorpresa, incluso de malestar en el espectador. Otro tema de su predilección durante este periodo : la arquitectura, con dibujos realmente complejos, pero que, por más vertiginosos que sean, respetan aún un espacio tridimensional lógico y una perspectiva sin imperfecciones y que sigue siendo comprensible, como la Torre de Babel de 1926 (arriba).




M.C. Escher, Manos dibujando, 1948, litografía


Entonces, es a partir de 1937 que Escher desarrolla lo que lo hará pasar a la posteridad, sus dibujos de paradoja y de ilusión, que se encuentran entre los juegos más estimulantes intelectualmente, ante los cuales el ojo se interroga, la mente duda y busca en vano como reconciliar lo que ve y lo que piensa que debería ver. Su construcción se basa en aros, cada una es coherente pero cuando se yuxtaponen se crea la incoherencia. Las Manos dibujando son absurdas evidentemente, los dos niveles del aro, el que dibuja y el dibujado no están jerarquizados (el uno dibuja el otro), pero se devuelven el uno hacia el otro y crean confusión de jerarquías; y además hay que imaginarse la mano de Escher dibujándolas. 



M.C. Escher, Subiendo y bajando, 1960, litografía



La mayoría de los aros que subtienden sus composiciones son más complejos : seis grados en el Movimiento perpetuo en donde fluye el agua, 45 grados en Subiendo y bajando, donde los monjes ascienden las escaleras. Cada escalera, cada escalón es un elemento seguro pero esos elementos no están asamblados de manera convencional, creando así la imposibilidad obvia, la incertidumbre total. Es un proceso infinito representado de manera finita, por lo tanto absurdo.



M.C. Escher, Día y noche, 1938, xilografía



En las obras en las que juega con la metamorfosis, no juega tanto con la gravedad como con la transformación : las figuras se convierten en fondo, los fondos se vuelven figuras, las partes de un objeto constituyen copias, positivo y negativo se entrelazan, las oposiciones entre formas y colores rebotan y uno se aleja del punto de partida para volver a él. En Día y noche, los pájaros se vuelven campos y los campos pájaros y día y noche se confunden hasta que le impone a nuestra mente el abandono de toda lógica. En Metamorfosis II, la composición, de una longitud de cerca de 4 metros, es todavía más compleja, de la palabra a la forma geométrica, de la forma al animal, de un animal a otro, del animal a la arquitectura, de la arquitectura a la forma geométrica y regreso a la palabra.




M.C. Escher, Galería de grabados, 1956, litografía



Una de las composiciones más fascinantes de Escher es sin duda La Galería de grabados : se trata de un cuadro que representa un cuadro que se contiene él mismo; a no ser que sea un exposición que se contiene a sí misma; o quizás una ciudad que se contiene ella misma. El museo está en la ciudad, la ciudad está en el cuadro, el cuadro en el museo. ¿Nos estará aspirando el ojo del ciclón?




M.C. Escher, 
Galería de grabados, 1956, litografía, detalle



Escher no logró resolver el enigma final y tuvo que detener su composición y firmar en el centro, en el lugar en que se tropezó con su misma lógica. No obstante, en 2003, 47 años después, el matemático Hendrik Lenstra y su equipo lograron resolver el enigma y rellenar el vacío central. 




M.C. Escher, Galería de grabados, 1956, litografía completada por H.W. Lenstra





Algunos han hecho la analogía entre los dibujos de Escher y las fugas de Bach. El filósofo y especialista de lógica Douglas Hofstadter los comparó también con los teoremas de Gödel, pues le parecía que esas tres investigaciones eran facetas del mismo tema, nuestra incapacidad esencial para entender la naturaleza misma de nuestros procesos de pensamiento, lo que él considera como la incompletez de auto referencial (simplificando de forma aproximada sus 880 páginas). Es un libro un poco difícil, es verdad, se puede leer aquí en inglés, pero es apasionante y está muy bien escrito. Me parece que incluso para alguien que no sabe nada de música, para alguien que no sabe nada del arte de la fuga y del contrapunto, para un auditor que no reconoce como está hecha una fuga de Bach, al escuchar una Fuga queda una sensación de belleza y de armonía, imposible de analizar o de expresar, y que sin embargo está bien presente.



René Magritte, La Reproducción prohibida, 1937, óleo sobre lienzo, 79x65cm. Museo Boijmans van Beuningen, Rotterdam




De la misma manera, frente a las obras surrealistas que se apartan del principio de realidad y que hacen que el espectador caiga en la trampa de una apariencia, por ejemplo con Magritte, no solamente uno se interroga sobre el sentido de la imagen y sobre el vinculo con el mundo exterior y su representación mental, sino que también percibe en ese cuadro una inquietante singularidad, más fuerte que el único juego de construcción y destrucción lógica en el que se basa. Así, por ejemplo, la reproducción prohibida no se satisface cuestionando mi sentido de la lógica, me confronta también con lo absurdo, con la inquietud, con el doble, con el espejo, con la muerte.



M.C. Escher, Œil, 1946, grabado mezzotinte



Frente a un dibujo de Escher, no siento nada de eso : la intención se limita a una transgresión virtuosa de las reglas de la perspectiva y de la representación, a un enigma lógico construido admirablemente, pero, me parece, sin ir más lejos, sin aportar nada, aunque fuera insignificante, que me inquietara en lugar de solo intrigarme. Y no es la inclusión simplista de un cráneo en el fondo de la retina que llenará ese vacío. Así como mi sentido lógico se despierta ante un dibujo de Escher, nunca me siento desestabilizado en lo más profundo de mi ser, como puedo estarlo ante un Magritte (o un Dalí, o un Tanguy). Quizás Escher sintiera la misma falta, el limite de su «arte» un simple (pero maravilloso) juego de la mente, y quizás es la razón por la que evitaba calificarse de artista...

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